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Expedición Invernal al Monte San Valentín: Un Sueño Congelado en los Campos de Hielo Norte

Expedición Invernal al Monte San Valentín: Un Sueño Congelado en los Campos de Hielo Norte

 

Por: Alvaro Quilodrán. 

Fotografía: Eduardo Retamales.

 

En pleno invierno de 2025, entre julio y agosto, nos embarcamos en un intento invernal de alcanzar la tercera cumbre documentada del Monte San Valentín, un coloso de la Patagonia chilena, conocido por su imponente altitud y condiciones extremas. Nuestra expedición, realizada en el corazón del Campo de Hielo Norte, representó mucho más que un desafío físico; fue una invitación a rendir homenaje a una montaña cargada de historia, misterio y respeto.

 

El Monte San Valentín, con sus 4.072 metros sobre el nivel del mar, es la cumbre más alta de la Patagonia, un gigante de hielo cuya presencia domina el horizonte de los glaciares que lo rodean. Situado en el Parque Nacional Laguna San Rafael, en la región de Aysén, el San Valentín es uno de los pocos lugares de la Tierra donde la naturaleza se muestra en su forma más pura y salvaje. Esta montaña ha sido el objetivo de numerosos montañistas y expediciones, pero su cumbre ha sido esquiva, especialmente durante el invierno.

 

 

El Desafío de una Cumbre Elusiva

En la historia del San Valentín, solo se han registrado dos ascensos invernales hasta la fecha. El primero ocurrió en 1989, liderado por el italiano Casimiro Ferrari, y el segundo en 2001, a cargo del equipo de Cumbres Australes. Desde entonces, pocos han intentado llegar a la cima en pleno invierno, y aún menos han tenido éxito. Nuestra cordada Felipe Malverde, Eduardo Retamales y yo, Alvaro Quilodrán, seriamos la tercera cordada en enfrentar este desafío en condiciones extremas.

 

El Monte San Valentín no solo es un objetivo físico, sino un mito en la cultura del montañismo. Su acceso en época estival ya es complicado, pero en invierno las dificultades se multiplican. Sin embargo, el sueño de alcanzar su cima era irresistible. Nos preparábamos no solo para ascender la montaña, sino también para sumergirnos en la historia que esta guarda: una historia marcada por el esfuerzo, el fracaso y la perseverancia de aquellos que intentaron lo mismo.

 

 

La Preparación: Cuerpo y Mente a Prueba

Desde diciembre de 2024, comenzamos a entrenar de manera rigurosa, con un enfoque en fortalecer tanto el cuerpo como la mente. Sabíamos que íbamos a enfrentarnos a más de 250 kg de equipo, transportados de manera autónoma a través de uno de los territorios más desolados y difíciles del mundo. El terreno no solo es inhóspito; también es impredecible, y el clima patagónico es famoso por su cambiante naturaleza, lo que añadía una capa extra de incertidumbre a la misión.

 

Durante los meses previos a la expedición, nos sumergimos en la historia de la montaña, estudiando mapas antiguos, registros audiovisuales, entrevistas con montañistas que habían estado allí y relatos de aquellos que habían estado antes que nosotros.

 

 

En el corazón del hielo

El 18 de julio, comenzamos el viaje desde Pucón, en la Región de la Araucanía, emprendiendo un recorrido de más de 1.500 km hacia el sur. Durante nuestro viaje, cruzamos fiordos y lagos a bordo de barcazas, y en el camino nos fuimos encontrando con paisajes sobrecogedores: valles rodeados de montañas nevadas, glaciares imponentes y bosques de lengua de fuego que hacían del viaje un espectáculo en sí mismo.

 

Finalmente, llegamos al pequeño pueblo de Mallín Grande, en la Región de Aysén, donde comenzó la verdadera expedición. Fueron días intensos de porteos por el Valle Leones, donde transportamos el equipo hasta el Lago Leones, que tuvimos que cruzar en bote para continuar nuestra ruta hacia el Campamento Heimp, donde montamos el primer campamento base. Desde aquí, el terreno se volvía cada vez más salvaje. Nos adentramos en un bosque denso y, a medida que avanzábamos, las condiciones invernales se hacían más notorias: poca nieve, mucha roca y un terreno muy técnico para progresar.

 

La montaña, aunque distante, se sentía presente en todo momento, pero aún no estábamos cerca de su cumbre. Cada día se sumaban horas de porteos, pero también se sumaban las dificultades: tormentas repentinas, el frío penetrante y, lo que no esperábamos, la presencia de roedores que atacaban nuestras provisiones en medio del campamento, destrozando mochilas y arruinando comida y hasta rompiendo nuestra carpa. Nada parecía ser fácil, pero cada paso adelante era una victoria, y cada desafío, una lección.

 

 

Clima Imparable

Las tormentas patagónicas, que son casi un personaje en sí mismas en estas tierras, jugaron un papel crucial en nuestra expedición. La comunicación con nuestro meteorólogo, Jhon, se volvió fundamental para mantenernos a salvo y avanzar cuando el clima lo permitía. Jhon nos guiaba a través de los frentes meteorológicos que se desplazaban rápidamente por la región, indicándonos las breves ventanas en las que podríamos avanzar. Sin embargo, las tormentas se fusionaron y culminaron en un frente prolongado, que acabó con nuestras esperanzas de alcanzar la cumbre.

 

El Retiro

Después de varios días de esfuerzos, porteos y avances, no llega la noticia. La tormenta se extendía y la posibilidad de quedar atrapados por semanas en la montaña era inminente. La elección era clara: retroceder o quedarnos atrapados.

 

Finalmente, después de sopesar todas las variables, tomamos la decisión más sensata: retroceder. Aunque nuestra misión de alcanzar la cumbre no se cumplió, sabíamos que habíamos hecho lo correcto al priorizar nuestra seguridad. La montaña, una vez más, nos había enseñado la lección de que el verdadero valor de estas expediciones no solo reside en la cima, sino en el proceso mismo.

 

 

Aprendizajes y Gratitud

El regreso no fue fácil, pues tuvimos que repetir los difíciles porteos y superar obstáculos imprevistos. Sin embargo, lo que nos quedó fue una lección invaluable: el camino y las experiencias vividas en el proceso fueron mucho más enriquecedoras que el simple hecho de conquistar una cima. La Patagonia sigue siendo la tierra de los sueños inalcanzables, pero también de lecciones profundas.

 

Nuestra expedición, que incluyó más de 2.800 km de viaje terrestre, 250 kg de equipo transportados, y un sinfín de desafíos en el camino, concluyó sin la gloria de la cumbre, pero con el reconocimiento de que la verdadera victoria está en el aprendizaje y el respeto hacia la montaña.

 

El Monte San Valentín permanece ahí, inmenso y desafiante. Las montañas no se conquistan ni se pierden; simplemente se transitan. Y esta vez, la montaña nos invitó a caminar más profundamente en su alma.

 

Agradecimientos: Queremos expresar nuestra gratitud a todos quienes nos apoyaron en esta aventura, desde las marcas que nos proporcionaron el equipo necesario como Salewa, Dynafit Volkanica, hasta las personas que compartieron su sabiduría, y nos brindaron las mejores energías. Su apoyo y confianza fueron fundamentales en este proyecto.

 

Volveremos, porque las montañas siempre están esperando, y nuestra historia con ellas no ha terminado.

 

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